sábado, 23 de enero de 2010

Una de las 7 maravillas del mundo: La Reserva Pacaya Samiria

Bueno vacamuchachos, caciques y mamaviejas! Todas las noticias que traemos desde la Amazonía peruana!!

En nuestro último periplo hemos estado 5 días de expedición selvática en la Reserva Nacional de Pacaya Samiria. Venimos encantados, ni siquiera los picotazos del zancudo (mosquito) nos han quitado las ganas de vivir y descubrir los secretos de la selva!

Repelente en mano, partimos hacia la expedición montados en un peque peque, que es una lancha de madera por la que nos movilizamos en el río Yanayacu cual delfín rosado. ¿Cómo? ¿qué no sabíais que existen delfines rosas y qué además los delfines nadan también en los ríos? nosotros tampoco hasta que llegamos aquí! Pero en este viaje hemos aprendido casi tanto como el repelente ya mencionado.
¡Esto es vida!

Guiados por el Gran Melardo, gran conocedor de todos los rincones de la selva, y el mejor guía de Pacaya Samiria, hemos recorrido con todo lujo (el viaje era para nosotros solos: Mónica (la amiga de ambientales de Pedro que está viviendo en Iquitos), Pedro y Celia!!) la cuenca del río Yanayacu, afluente del Marañón, y éste afluente del Amazonas (en resumen, ibamos por un reafluente).

Melardo nos enseñó a distinguir el mono aullador del mono pichico, a diferenciar una garza de un tucán (!), las diferencias entre el ficus andador y el ficus estrangulador (en la selva hay nada menos que 120 ficus distintos), y el vuelo del cacique del de Victor Díaz, que aunque os penseis que es vuestro vecino de abajo es un bonito pajarillo. (Para aclarar el saludo inicial, que no ha querido ser despectivo en ningún momento, los vacamuchachos y mamaviejas también son bonitas aves que surcan por estos lares).

Bien ataviados con el Coronel Tapioca como patrocinador nos disponemos para la gran aventura

También hemos aprendido los sonidos de la selva: a bufar como un delfín, a gritar como un mono, el gutural sonido del caimán; y sobretodo, también hemos aprendido a mantener el silencio para intentar ver todos estos animales.

Hemos hecho muchas cosas, el primer día viajamos desde Iquitos hasta la Reserva, desde el peque peque pudimos ver la vegetación que hay en las orillas y muchísimas aves: guacamayos, garza gris, tucanes, mamaviejas, caciques, Victor Díaz, martines pescadores, oropéndolas, gavilanes, aguiluchos...

Al día siguiente, seguimos subiendo por el río y vimos un montón de monos en los gigantescos árboles de las orillas: pichicos, frailes, huapos, monos aulladores, coto mono... Entre las aguas del Yanayacu ibamos entre delfines grisáceos y rosados, toda una experiencia digna de ser vivida por el mismísimo Felix Rodríguez de la Fuente... Nosotros nos quedábamos alucinados cuando les veíamos aparecer, era fascinante.
¡oooooooo, qué romántico!

También tuvimos nuestro primer contacto con la selva en un pequeño paseo en el que fuimos presa de los miles de mosquitos que nos iban persiguiendo. Allí fue cuando empezamos a dudar sí ibamos a salir sanos y salvos de esta aventura. El calor nos hacía sudar como luchadores de sumo y fue cuando nos dimos cuenta de que la vida en la selva no es nada fácil.

El verdor de la selva no dejó de sorprendernos...

... y el tamaño de los árboles tampoco!

Cuando ya estaba anocheciendo, el Yanayacu nos esperaba esta vez con tintes misteriosos. Por la noche Merardo nos tenía preparada otra gran sorpresa, la llamamos: La aventura del Caimán.

El anochecer del río Yanayacu

Ibamos en la búsqueda del caimán. Muy en silencio y cambiando el repelente por la linterna nos fuimos metiendo por todos los recovecos del bosque inundable buscando los ojos del caimán: dos lucecitas anaranjadas le deletarían en la noche haciendo que su camuflaje natural fuese un vano disfraz.

Merardo consiguió que vieramos varios caimanes, y de postre, en un movimiento invisible le vimos que había capturado uno!!! Cuando lo vimos nos tranquilizamos porque solo era una cría de menos de un año. Mirar que contento estaba Pedro con su amigo:

Pedro contento con el lagarto Juancho

Al día siguiente bajamos por el río con el motor apagado para escuchar a todos los animales de la selva. Al llegar al refugio de Yarina comenzamos otra pequeña excursión, esta vez Merardo nos mostró cómo se suben las personas a unas palmeras llamadas "aguajes" a recoger todos los frutos. Una vez más, el intrépido Pedrito, haciendo gala de sus dotes escaladoras y con gran empeño trepó por la palmera para experimentar la sensación del aguajero.

Al atardecer, otra nueva aventura nos esperaba. Esta vez fuimos a ver el mágico bosque inundable en canoa. Nunca habíamos visto algo similar, cantidad de árboles se encontraban en medio del misterioso río, hemos hecho fotos pero son incapaces de captar la grandiosidad y la magia que vivimos en aquel momento.

Esta foto no es del bosque inundable, pero como es tan bonita la ponemos

Al día siguiente empezamos nuestras proezas con un largo paseo por la selva. Ahí conocimos las cosas buenas y no tan buenas que esconde la jungla. Vimos insectos del tamaño de nuestra cabeza, árboles del tamaño de rascacielos de Manhattan, hormigas (isula) más grandes que nuestras narices, incluso más grandes que las de Mortaledo y Rosendo juntas; y en medio de todo esto, estábamos los tres gringos despistados con el gran Tarzán Merardo. También fuimos víctimas del ataque de alguna que otra avispa, de miles de zancudos y del calor intenso y sofocante que nos hacía sudar a chorrazos desde la cabeza hasta la punta del dedo gordo del pie derecho.

Aún así disfrutamos cantidubi; si no mirad como nos lo pasábamos colgando de la liana en un columpio gigante

Y también nos lo pasamos como chivolitos haciendo de Indiana Jones colgando de las lianas


Impresionante monumento de la Selva

De vuelta del duro paseo, Merardo nos dejó volver al bosque inundable; como dirían acá, eramos sus engreidos (niños mimados) y todo lo que le pedíamos se hacía realidad. Allí la sorpresa que nos tenía preparada era un pájaro carpintero que estaba picoteando el tronco de un árbol, y lo vimos más cerca que al pájaro loco en la televisión porque con la canoa ibamos más sigilosos que Charlot en el Gran Dictador!

Luego y animados por Mónica (osada donde las haya) nos dimos un reconfortante baño en el Yanayacu.

Por la tarde hicimos una visita a la comunidad de Yarina, la más cercana a nuestra casa selvática. Allí compramos alguna artesanía y Pedro aprovechó para jugar un partidillo de futbol con los yarineses ¡cómo echa de menos al Atlético Camarón!

En la comunidad de Yarina con Merardo y Mónica

Y aquí ya nos despedimos de todos vosotros, esperando que también vosotros hayais disfrutado de esta aventurilla!

4 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, ¡reyes de la selva!
La crónica me ha sabido a poco.¿donde dormíais?¿había mucho turismo en la zona?¿y comunidades?
Y esperamos fotos de Iquitos y su mercado.
Bss,
Rafael

Pedro dijo...

¡qué ha sabido a poco! pero si nos hemos enrollado un montón!! Os contamos: por suerte, turismo hay poquísimo, dentro de la Reserva solo dejan que las comunidades que viven allí sean las únicas que organicen viajes. En el río en el que estuvimos nosotros están las comunidades de: Yarina, 20 de Enero y Arequipa.
A ver si os podemos poner pronto fotos de Belén, Quistococha y de la Reserva Alpahuayo Mishana.
Muchos besos!

Antonio López dijo...

A mi me ha encantado, anda que no vais a tener que contarnos cosas ni nada... menuda envidia madre mía.
Y yo sin leerlo hasta ahora, jeje. No se como pueden estar todos los demás perros sin leerlo jamas... malditos!

Ale & Jano dijo...

Aqui los metropolitanos Jano&Alegría con la boca abierta tras la lectura del reportaje. Nos quedamos con Indiana Peter y su destreza con las lianas, con el pequeño bonsai que casi pisais y con el espectáculo de Machu Pichu.

Selváticos Besos

J&A